
Ahí estaba La Triste
parapetada entre los árboles,
pasaba días enteros...
escondiéndose de todo,
evadiéndose de nada...
Al medio día La Triste
seguía inmutable,
tomando el aroma de una rosa...
o absortos sus pies seguían
el vuelo de una mariposa...
La luna por las noches,
desde lo alto le acompañaba...
y el rocío humedecía suavemente,
su rostro y cabello por la mañana...
La Triste esbozó una sonrisa
y le pregunté su nombre,
dejaré de llamarle así pensaba...
mientras sentía veloz su paso
a esconderse entre los àrboles...